El juego que nunca termina: la LMB celebra 100 años de legado y pasión

La Liga Mexicana de Beisbol cumple su centenario como semillero de estrellas, refugio de leyendas y espejo del país que ha aprendido a resistir

No hubo himnos ni fuegos artificiales. Sólo una pelota desgastada, seis equipos y una idea que parecía demasiado grande para su época. Así nació, en el verano de 1925, la Liga Mexicana de Beisbol (LMB).

El domingo 28 de junio de aquel año, en el parque Franco Inglés, no se echó a andar sólo un campeonato: se dio luz a una pasión que un siglo después sigue girando como curva en cuenta llena. El México derrotó al Agrario en 14 entradas en lo que fue el primer juego oficial del circuito. Pero la verdadera jugada maestra había comenzado meses antes, en un lugar insospechado: la redacción de un periódico.

Allí, entre pilas de papel y máquinas de escribir, el periodista Alejandro Aguilar Reyes y el empresario Ernesto Carmona imaginaron una liga profesional para un país que salía de la Revolución. Lo que fundaron no fue sólo una competencia deportiva, sino una forma de organizar el caos que reinaba entre torneos amateurs y profesionales sin afiliación, reglamento ni estadísticas.

ALEJANDRO AGUILAR REYES Y ERNESTO CARMONA, FIGURAS CLAVE
A pesar de sabotajes, torneos paralelos y sus propios errores, la visión de Aguilar Reyes y Carmona resistió. Contra todo pronóstico, llegó al siglo XXI con más fuerza que nunca.

Durante sus primeros años, la LMB fue más una idea sostenida por la pasión que una estructura firme. Los equipos se deshacían por falta de dinero. Algunos partidos se suspendían por lluvia; otros, por falta de ampayers. Pero la afición crecía. El Parque Delta y el Parque del Seguro Social se llenaban. Las crónicas dominicales rivalizaban con las notas políticas. Y en 1946, esa pequeña liga se convirtió en un terremoto.

El artífice fue Jorge Pasquel, empresario veracruzano que no soñaba en pequeño. Compró equipos, mejoró estadios, trajo estrellas de las Ligas Negras de Estados Unidos y firmó, sin permiso, a más de 20 peloteros de Grandes Ligas. Durante su presidencia, la LMB dejó de ser una liga alternativa: se volvió refugio, trinchera y revolución.

Figuras como Satchel Paige, Roy Campanella, Ray Dandridge y Cool Papa Bell encontraron en México respeto y salario cuando en su país sólo recibían desprecio. Pasquel pagaba como millonario y actuaba como activista. La MLB respondió con vetos. La guerra fue corta. Pasquel murió en 1955, y con él terminó una era de delirio y desafío.

Lo que siguió fue la construcción de una liga estable. Llegaron los ídolos nacionales: Héctor Espino, que conectó más de 450 jonrones sin salir del país; Ramón Arano, que lanzó en seis décadas diferentes; Nelson Barrera, el sultán del bat campechano con 453 cuadrangulares. La LMB se convirtió en parte del folclor urbano y provincial. Villahermosa, Córdoba, Saltillo, Monterrey, Puebla, Yucatán… todas encontraron en el beisbol una forma de pertenencia.

Con el tiempo, la LMB tomó forma de circuito con alma de provincia y corazón centralista. Donde las mascotas eran tan famosas como los peloteros. Donde los cronistas narraban como si escribieran poesía. Donde una doble matanza podía silenciar un estadio o hacerlo estallar.

En los años 80, la televisión dejó de mirar al beisbol. El futbol ocupó el centro del espectáculo nacional. Los ratings cayeron. Los estadios se vaciaron. Algunos dudaron de que la LMB llegaría viva al siglo XXI. Pero lo hizo. A empujones, con entusiasmo más que presupuesto, lo logró. No sólo sobrevivió: se reinventó.

Pasquel no ha sido el único dueño con huella indeleble. El ingeniero Alejo Peralta fundó a los Tigres y creó la Academia de Beisbol Pastejé, que formó a más de 250 peloteros. Alfredo Harp Helú, dueño de los Diablos Rojos del México, ha mantenido el fuego encendido en la capital. Además de su estadio, su academia en Oaxaca ha nutrido tanto a la LMB como a Grandes Ligas.

NUEVA VISIÓN E INYECCIÓN DE CAPITAL
Desde 2014, con nuevos dueños y visión empresarial, la liga volvió a crecer. Se construyeron estadios de primer nivel como el Alfredo Harp Helú. Se integraron plataformas digitales. Se firmaron figuras con pasado en MLB: Trevor Bauer, Robinson Canó, José Contreras, Chris Carter, Yasiel Puig. Equipos como Tijuana, Monclova, Yucatán y los propios Diablos capitalizaron este nuevo momento. La asistencia superó los cinco millones de aficionados por temporada.

Hoy, con 20 franquicias, la LMB vive su etapa más estable en décadas. Recuperó el sitio que nunca debió perder: el de una liga con identidad propia.

La Liga Mexicana cumple 100 años. No como un sobreviviente, sino como un testimonio. Ha sido semillero de leyendas, hogar de estrellas extranjeras y templo de una afición que nunca abandonó el diamante. Y pensar que todo comenzó en la redacción de un periódico.

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